AL
OTRO LADO DEL ESPEJO
Yo conozco esa mujer rota que se ha vuelto invisible tantas
veces, desnudando la memoria de los libros que traen el aroma de una tarde de
lluvia, en la neblina transatlántica que recorre las calles de Pamplona.
Tiene nombre de un blues ligero en la voz de Joe Cocker de
los setenta. Nombre que rasga las palabras como arado que siembra días sobre la
hoja blanca de papel, “como un pastor, conoce al viento y al sol” en la palabra
de Pessoa. Johanna Marcela Rozo es de la palabra, de los secretos caminos donde
un ángel viejo marchita sus alas por la rutina que mora a sus espaldas.
Ella sabe que el tiempo es esa trampa de
almendras que lleva ligada a la muñeca y a su sueño de abrir los pétalos de la
noche, en un mediodía de tormentas relampagueantes y cientos de mariposas
llevándose de su piel las agujas punzantes que tejen sus pasos, que siguen al
tigre de papel que ronda al tiempo en su armonía. Ella sabe que a ese viejo de
pesadas alas le ha robado el día de tener el rostro como un retrato inmóvil y
feliz.
Yo recuerdo ese día, porque ella en su voz de los secretos
guardó en mí su asombro alucinado. No creo que sea necesario más testimonios,
ya que se dio en una comunión inocente como los frailejones reciben el sol del
páramo. Johanna sabe, que cuando tengo mis manos fuera de las palabras aprenden
texturas vegetales, escudriñan sueños de un sol que descifra abecedarios
cósmicos.
Creo, dice ella, en el amor libre y esperanzado donde el
desatino del creador… lo permita. Estamos de acuerdo. Preferimos las llamadas
malas compañías a escabrosas soledades. No desesperados, no fatigados, en el
corazón del ser que se ama. En el ser que amó, mis más dulces manías, la más
apasionada posesión del erotismo. Así, ella se desnuda frente a sus miedos,
dejando que el instinto que florece de su sexo sea viento que se desborda.
Yo conozco de Johanna Marcela Rozo el fruto de la palabra en
su mirar, donde florecen los poemas de su piel. Al otro lado del espejo nos
espera. En sus manos un libro invisible que nos enseña lo que somos en el otro,
con cientos de pájaros azules que broten de sus hojas, insistiendo en el
milagro de la existencia. Donde el recuerdo se resiste al sufrimiento y el sexo
de su amado es el camino por donde renace el canto de la vida. Ella es
golondrina convertida en espejismo de mujer que renuncia a ser el inicio de un
naufragio en la casa vacía de la historia. ¿De acuerdo?
Valle
de los árboles, noviembre 22 de 2009.